domingo, 10 de enero de 2010

Las cuevas del Tajuña refugio de bandoleros.



(Tomada de Pueblos con leyenda de la Comunidad de Madrid, de Amalia Fernández, Madrid 11/2000)


Como consecuencia de las guerras en que se vio envuelta Castilla durante el reinado de Carlos II, las guarniciones del ejército quedaron muy disminuidas y desatendidas. Esto dio lugar a una falta de vigilancia que favoreció el bandolerismo. Las cuevas del Tajuña fueron cobijo de maleantes que actuaban preferentemente por las pendientes de Perales y Villarejo de Salvanés.
El 7 de marzo de 1697 eran detenidos en Campo Real, Pedro Benito, natural de Buendía de 28 años; Miguel Rollán, nacido en Miera de la misma edad y Mateo García, natural de Tielmes y con 26 años cumplidos. Durante el año anterior habían cometido toda clase de fechorías, como el robo junto al arroyo de Javalera del dinero y las mulas de 13 hombres, a uno de los cuales hirieron de un tiro en una mano. Hicieron lo mismo a otros grupos de viajeros entre Perales y Villarejo. Apuñalaron a cuatro personas en el Prado de Lonop, cerca de Madrid y llevaron sus “hazañas” a la cuesta de Zulema cerca de Villalvilla e incluso hasta Getafe y Vicálvaro.
Juzgados y condenados a la horca fueron colgados el 17 de agosto de 1697 a las 11 de la mañana en la plaza de Campo Real. Fueron descuartizados, y sus restos repartidos según sigue: en el camino real de Madrid a Cuenca, por Carabaña, se clavaron dos cuartos de asaduras y tripas, igual cantidad que en el de Valdilecha a Alcalá; un cuarto y una espuerta de asaduras les correspondieron a Velilla, Mejorada, Rivas y Vicálvaro; a un cuarto tocaron Canto Gordo, Torres, Alcalá y Loeches. La cabeza de Miguel Rollán fue a la Carraonda.


LOS BANDIDOS DE LA HORCA Y LA BANDA DE BANDIDOS DE CRISANTOS 
Siglo y medio después se hicieron famosos otros bandoleros del valle que terminaron de la misma manera en manos de la justicia y derramando su sangre en los campos del rio Tajo. Fueron José Pérez, nacido en Pozuelo del Rey, Crisantos Velasco, natural de Brea de Tajo, Agustín Herrera de Villar del Olmo, y un tal Sarabán, de desconocido nombre y naturaleza.


Se hicieron adultos en tiempos románticos y quizá por ello sus fechorías contaron con el apoyo del vecindario que les mostraban entusiasmo y admiración porque las ganancias de los ricos iban a manos de los pobres, de los más necesitados y humildes. Aseguran que uno de los personajes más castigados por la banda fue el marqués de Mondéjar, cuyos administradores y hombres de confianza llegaban a sus haciendas con los bolsillos vacíos, sin un real. El Marqués de Mondejas fue hombre de gran influencia y perseverancia y tantos atropellos no podían quedar impunes. Un día la guardia dio con el paradero de Crisantos, y allí fueron detenidos a pesar de la fuerte resistencia mostrada con los trabucos y escopetas. Fueron ejecutados en 1834 cerca de Brea de Tajo según recoge el libro parroquial de defunciones



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